VILLA EXCELSIOR – PRESENTACION (Mayo 2008)
La primera vez que estuve en Villa Excélsior fue en noviembre de 1990 ó 1991, no lo recuerdo bien.
Cuando viajas, hay lugares, personas y cosas que marcan tu vida para siempre. O al menos esa es la sensación que tengo yo de mi primera visita a Villa Excélsior, de mis recorridos adolescentes por las carreteras del interior montañoso de la provincia de Alicante, de muchas de mis excursiones por la Asturias profunda de hace muchos años y que se parecía tan poco a la actual. Eso en casa, claro. Y más lejos, de todo lo que concierne a la India, que es un sitio inexplicable; de la contemplación de Manhattan al atardecer desde el River Café, los delfines cantando en la proa de nuestro barco en algún punto perdido del océano o de la gente de Cuba, por ejemplo; o las tormentas, los colores de la tierra y del mar de tantos y tantos sitios: comidas, olores, miles de miradas…
Encontré Villa Excélsior de casualidad, un día muy gris y frío, acompañado de unos amigos que dejaron de serlo y de un novio que también.
No puedo explicar aquí y ahora qué supuso para mí, para todos nosotros, aquella primera visita a ese lugar mágico. Me costó escribir un libro entero un novelón interminable fruto del impacto que aquella inocente excursión produjo en mí, de lo absurdo de mis interiores y de que me sobraba mucho tiempo. Y no fue solo la casa (que era una ruina maravillosa), ni el jardín (una selva entonces y un erial deprimente ahora), sino que por aquel entonces Villa Excélsior aún estaba habitada por un fantasma de carne y hueso (poca carne, la verdad) que nos contó historias, grandezas antiguas y penas de ese momento, dejándonos encima una carga pesada de moho, frío y soledad a mantas. El día gris y lluvioso que pasamos con aquella mujer me dejó toda la noche (todo el mes, todo el año) helado y triste. Repito: no puedo explicarlo ahora. No creo explicarlo muy bien en el libro tampoco.
Volví a Villa Excélsior varias veces más en vida de mi fantasma, la primera pocos meses después, para encontrarla más animada, más alegre y con mejor aspecto. Mi novio (al que aún no había conseguido reconvertir), que era y es mucho más decidido que yo, consiguió adecentar al fantasma, plantarle una peluca rubia y un ajado visón que encontramos en algún armario, para llevárnosla a comer fuera, una reina paseando por sus dominios. Hubo más historias y también menos hechizo.
Han pasado 18 años y hace unos meses volví de nuevo a Villa Excélsior. Y creo que no debí hacerlo. Sabía que mi fantasma había muerto años atrás, así que no sabía qué me iba a encontrar. La casa de mis sueños, de mis pesadillas, al menos exteriormente, sigue prácticamente igual, es decir, hecha una ruina. No sé de quién será ahora, si es que la familia al final consiguió vender aquello tras la muerte de Esther, pero nadie parecía haber hecho nada. No pude entrar como las otras veces, aunque casi preferí no hacerlo. Recordaba la ruina llena de lluvia y muebles preciosos, las paredes enteladas, los baños, el cuartito del torreón…, y no quería entrar y no encontrar nada de todo eso.
El jardín de Villa Excélsior, que da nombre a este blog y que yo no conocí en sus buenos tiempos, no existía en absoluto. Los grandes árboles que conservo en mi memoria, los frutales, los bancos, la maleza…, todo ha desaparecido, o casi todo. Sólo vi unas tristes cabras comiéndoselo todo, un caballo famélico que se acercó rápido a la verja de entrada y un triste perrito que ladró tres veces, gruñó un poco más y se tumbó debajo de un carro que alguien había dejado allí.
(La foto utilizada es de Ura2006)
VIDEO VILLA EXCELSIOR 1990-1991:
Videos de 2011:
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